Si pudiera dibujar, Dios mio
la convertiría en un cisne.
Sus pies vinotinto posarían desnudos
y al reposarse sobre mis acuarelas
y al reposarse sobre mis acuarelas
se tornarían rosa.
Su rostro perfilado y sus mejillas angostas
serían de la misma forma y color
por respeto a tu obra, padre mío.
Su cabello sería de todos los colores
justo como a ella le gusta.
El brillo de su piel -esa que le otorgaste-
llovería dulce como azucar
sobre mi lienzo.
Podría ser yo entonces: la reina de Inglaterra
y ella, mi patrimonio.
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