miércoles, 14 de diciembre de 2016

Tambien cuenta como terrorismo

Los puertos no cierran,
los puertos 
no esperan. 

Los puertos son llegada, 
entrada y salida.

Los puertos no tienen techo,
están llenos de musgo, 
de frío
de agua salada. 

Los puertos no dejan de ser puertos,
aunque sean llegadas y 
paradas sin techo.

Los puertos no dejan de ser puertos
por ser entradas sin resguardo,
salidas sin retorno natural;
de aliento frío 
y mareas de agua salada. 

Irónicamente un puerto no es nada sin techo
sin agua salada
sin aliento frío
sin musgo empolvado y húmedo de sal.

Cerrar un puerto también es
quebrantar la paz,
olvidarnos de las llegadas 
de la frescura húmeda del musgo,
de la lumínica paz del aire frío;
de los dones de hospitalidad.

Cerrar un puerto es también 
dejar de escuchar al océano
dejar de lado la esperanza 
la de de los pies ahogados 
que no cesan de hurgar a patadas las aguas
tratando de encontrar consorte en la arena fría.

Cerrar un puerto es también olvidarnos de la pequeña muerte
y darle bienvenida a la peor
a la más grande.

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Tembló