domingo, 4 de diciembre de 2016

sweet child of the desert


Si al hombre le dijo niño alguna vez,
fue para enaltecer su ternura
y poblar la sabana de sus párpados; de luz,
Y así vencer a la muerte.

Brindar juventud a aquél espíritu añejo
- podía -
al llamarle: "niño"

No como adjetivo
Sino como sustantivo

 Niño
 que en saltos celestinos lloraba y sonreía
 con el mismo par de labios que al compás de gestos cándidos
 le daban vida a las cosas.

Niño
porque niño fue
dentro de las habitaciones convertidas en diván.
Y se escondía
 y estrujaba los ojos por las madrugadas y las mañanas
como queriendo ocultarse del sol

Como queriendo esconderse de quien le reflejase aquella luz tenue;
propia de su alma.

Niño porque pidió a gritos -con silencios-
que hallase y que callase los eclipses del desasosiego ocultos en tanta calma...

Niño
 porque pudo
- como un niño -
 esconderse tras las faldas del cariño
 y la ternura
de la sensibilidad.

Tantos los motivos por los que llamarle niño
al "varón"...

Ese ronquido particular de cuerpos pequeños
-indefensos -
cuando están semidormidos...

Esa forma de hacer rebotar las pelotas de sus ojos sobre todas las cosas
 y reavivar la belleza de las bolsas de plástico que vuelan con el aire...

O por siempre llenar entero al mundo, de ternura;
con su rostro y su puño valiente, que al igual que un niño, no sabe temerle a la muerte.



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