domingo, 17 de marzo de 2019

La hoguera que consume todo lo vivo arde en la planicie de mi abdomen. 
Son pocos los charcos para regar las flores que nos daba la esperanza.
Las costas de mi Caribe son manantiales de lagrimas y 
hay tiburones verdes en las  calles donde caminan mis niños que ahora se asean en cloacas. 

Todo se rompe, las tierra se abre, la risa alrededor es absurda y cumple la función de alguna tortura china.

Nubes de humo negro desbordan mis ojos y no se evaporan, ni caen al piso como trozos de cristal.

Me arde en la sangre la muerte, me hiela la vida que grita rodeada de sordos. 

Este baile de inválidos guiado por ciegos, esta comedia trágica no pudo haberla escrito ni siquiera Homero.

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Tembló