a poder ser
en cada esquina,
en los ojos de los subtes
en las guaguas
en las ramas
en las camas que hacen de bancos y son barco
para los lagrimales de los mendigos
donde a veces espero sentada
que mi sentida palabra no se retracte ni se haga ofendida
por los gestos que gestan en la sangre mala.
Los escudos de mi ira batallan con mi tristeza oscura
jamás transparente.
Y el peinado trenzado una y otra vez deja de oler a coco
para oler a pastel
a dulce como lo podrido
como la muerte y las pesadillas que tengo sobre las almohadas
de mi amado
que se anidan durante el día debajo de mis cueros cabelludos.
Y las llamadas nunca hechas pegan brincos
vibrando como las cuerdas de un trapecista o las de un soprano
da lo mismo
el pensamiento que se pierde en los rieles
y la palabra que anida en el silencio o en el trago amargo de lo no querido
El trigo, el maíz, los muslos
calientes
el amor
el café los libros
los te's
Nos salvan del hambre
de la sed
mas sed solo ilusiones cantadas por las sirenas de oscuros mares
de obscuros males
que no compran sonrisas de marineros
ni se apiadan de náufragos
Arduo
agría el agua
arde la sal en las hendiduras de Marte
en las cerraduras de las heridas que abren los recitales de poesía
de mi amor y algarabía
luego de ver los caracoles que aplastas en la entrada
sin siquiera percatarte.
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