Pasar de la risa al vicio como un nuevo ocio,
del vicio al silencio
resulta todo más cómodo;
dormir para no pensar
Ya poco importan los besos,
ya no saben a lo mismo,
mucho menos la saliva
si hace rato se extinguió.
No responden ya los poros de las pieles,
secas se tornan las lenguas
cual cactus en un desierto;
helados son los abrazos,
forzados, en noches frías.
Renace el pudor innato entre las sábanas que esperan,
muere el pecado cocinado en las entrañas de la carne.
Evaporados, el tacto, el sudor, los cuerpos...
tú de mi cama
yo
de la tuya.